Los ignorantes de Étienne Davodeau


Sin trazar un plan previo, acabé leyendo Los ignorantes después de El Nao de Brown y debo decir que es un buen maridaje. Tras una historia tan intensa como es la obra de Dillon, leer sobre el aprendizaje cruzado entre un historietista y un vinicultor es sanador: después de las páginas maravillosamente coloreadas de El Nao, la sobria paleta de grises de Davodeau.

Este curioso experimento es verdaderamente relajante de leer y no por ello menos enriquecedor. Mientras Davodeau enseña las entretelas del arte secuencial a Richard Leroy y su amigo hace lo propio con el dibujante y el vino, el lector se empapa de ambos. Si bien hay algunas apreciaciones al respecto en las páginas del tebeo, todo es mostrado de manera bastante idílica.

Davodeau expone escuetamente sus reservas hacia los métodos de agricultura biodinámica utilizados por su amigo. Acerca de su trabajo, un colega de profesión le pregunta en una viñeta si no va a mostrarle a Leroy las miserias y dificultades del mundo editorial, a lo que el autor se niega en redondo. Su intención es mostrar lo que resulta apasionante de ambas profesiones, lo que les empuja a seguir.

Los inconvenientes quedan fuera de esta iniciación para centrarse en la reacciones de ambos frente a lo nuevo. De aquí el acertado título de Los ignorantes: no es un insulto ni un menosprecio, es la humilde verdad de todos nosotros frente a la vastedad del mundo. ¿Qué podría sorprenderle a un vinicultor en un cómic? ¿Qué prácticas básicas del campo desconoce un autor?

Ahí tenemos al pintamonas incapaz de diferenciar entre dos vinos o metiendo la pata estrepitosamente en una cata. En la otra esquina del ring, el campesino abomina de todo cómic que no sean realista y ridiculiza sin pestañear a tótems como Moore o Moebius. Leroy se lo dice a Davodeau después de que éste, sin saberlo, tire un vino carísimo por el fregadero:
Conozco a mucha gente dispuesta a hacer sacrificios para beber este vino. En las subastas se habla de centenares de euros... Lo que es interesante es que tú, ignorante, te puedas permitir no apreciarlo.
Los ignorantes ha sido una lectura sinceramente agradable y agradecida. Sumado al buen trabajo de edición de La Cúpula, es una obra que, sin duda, merece ser leída y disfrutada.

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