Duuo, restaurante de cocina de autor en Sabadell

Sant Llorenç 57-61, Sabadell 

Duuo es un restaurante abierto no hace demasiado cerca del Brisac, otro bastante caro en Sabadell. Éste, sin embargo, diría que le supera. Al Brisac fuimos una noche de tapas selectas a 16€ que estuvo bien pero me dejó con hambre. Eran mini bocaditos.

A este fui invitando a mi pareja, por hacer algo especial y con la idea de darme un buen tortazo con la cuenta. Fueron 42€ por persona y no me quejo porque era totalmente consciente. Es más, pensé que iba a tener que pagar mucho más. Hubiera sido así si hubiéramos elegido los platos de la carta.

Ofrecen, sin embargo, un menú de degustación que cuesta eso y pruebas unos diez platos. Cada vez que los traía el camarero los anunciaba con nombres rimbombantes. En plata y en orden, lo que comimos fue:

  • Zumo de sandía y tomate
  • Croqueta de gamba
  • Una anchoa en pan de coca
  • Una loncha de jamón de bellota en pan de coca
  • Gamba con una picada de cebolla, pimiento y tomate fría
  • Rodajas de calabacín con parmesano y foie
  • Vieira con papada de cerdo
  • Pulpo con puré de patata y trufa
  • Bacalao con sobrasada y melocotón
  • Entrecot a la naranja

Todo estaba muy bueno. El problema es que en cada ración siempre había un ingrediente que predominaba y mataba el resto: la vieira no se paladeaba con la suculenta y grasienta papada, tampoco el bacalao con la sobrasada y el melocotón.

En este sentido, el restaurante era desafortunado en sus combinaciones. Mesas muy elegantes con sillas que pretenden ser vintage pero que parecen recogidas de un contáiner no hacen un buen maridaje. Tampoco se puede conseguir un ambiente muy selecto con los camareros cenando en la mesa del fondo.

Se mostraban exquisitos al servir y retirar los platos pero luego los podías oír charlando y riéndose en la cocina como en una tasca familiar. En un problema de diseño heredado de ser una antigua oficina, había una puerta deslizante (la trasera de la cocina) cuya hoja veía aparecer y desaparecer constantemente.

De postre, trajeron una selección de la carta que no recuerdo muy bien. Creo que eran pastel de chocolate, de queso y helado, también excelentes. Con la degustación se incluía una botella de agua grande y una de vino blanco cuyo nombre he olvidado pero que era suave y afrutado, y entraba como Dios.

Pese a los detalles que he apuntado, que me parecen cutres y deberían cuidarse, salí de allí satisfecho. Me marché con la ilusión de haber pagado mucho menos de lo que esperaba y una novia muy borracha.

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