Boyhood (Momentos de una vida) de Richard Linklater


Es preciosa. Boyhood no se queda sólo en el artificio de grabar a un niño durante 12 años, de sus seis añitos hasta su mayoría de edad. Linklater, como ya demostró en su trilogía de Antes de... con Julie Delpy e Ethan Hawke, es un crack detrás de la cámara y frente al papel, un guionista exquisito.

La naturalidad que sabe transmitir en los diálogos, las dudas existenciales expresadas en un lenguaje que suena frágilmente cercano pero que no abandona las pinceladas intelectuales, los silencios tan expresivos... Ethan Hawke lo borda de nuevo con Patricia Arquette y el protagonista Ellar Coltrane.

Liklater tiene la capacidad de narrar sin una meta más allá del propio camino. No hay un remate final como en un chiste, no hay un mayordomo detrás del asesinato. Sus historias transcurren, avanzan, sosegadamente pero sin detenerse, añadiendo un granito de arena más a cada segundo hasta construir un montaña.

Me dieron ganas de llorar, no porque sea emotiva, ni porque sea divertida, ni porque sea entrañable, directa, cercana, reflexiva, honesta, poética, cotidiana; sentí la emoción de ver algo con una calidad que excede las expectativas. Cuánto trabajo y empeño no habrá detrás de una filmación de más de una década.

Cuántos detalles por analizar en cada año: canciones, videojuegos, programas de televisión, noticias,... Linklater no se amedrenta y sigue incluyendo la política en sus películas. Se atreve a cruzar las dos esquinas del cuadrilátero estadounidense, el religioso sur contra el cosmopolita norte, para reunirlas en un abrazo.

Cuánta inteligencia y cuánto talento. Qué maravilla.

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