Tres bodas de más


¿Qué decir? Como Magical Girl, me ha parecido una película bastante marciana pero, a diferencia del filme de Vermut, no en el buen sentido. La moraleja me gusta: esta comedia romántica no regala una resolución gilipollas (aunque si algo rosa) para mujeres sumisas y pasivas. Más allá de esto, sin embargo, creo que he entendido poco.

He tenido la misma sensación que con Primos: invitado a una fiesta donde no conozco a nadie, me paso la noche escuchando los chistes de camarilla que se cuentan el resto de invitados. Todos se ríen mientras yo me quedo con cara de vaca viendo pasar el tren. Tanto la trama como las gracias comparten una estructura rara, un ritmo que no asimilo.

Parafraseando a un amigo-troll de Twitter, lo mejor es la morena: una Inma Cuesta que es guapa a rabiar y que, pese a las malditas gafas de secretaria de peli porno que la moda ha impuesto, consigue partir en dos la línea de mi encefalograma. Su personaje tiene cosas buenas pero, luego, también demasiadas malas, como el resto. Quim Gutiérrez hace su personaje de siempre.

Las bromas van de lo escatológico a lo burro (por bestia y por estúpido). Hay post-humor (pos-tumor) con diálogos que lo dejan a uno a cuadros, totalmente descolocado esperando entender si ha pillado la broma o no. El problema, en definitiva, es lo que he dicho al principio, el mecanismo humorístico con el que funciona soy incapaz de descifrarlo.

Una cosa es que una película tenga unas bromas nefastas. Eso quiere decir que has visto que había un chiste, que lo has reconocido como tal y has juzgado que no estaba demasiado bien traído. Otra, como es el caso actual, es no saber si acabas de escuchar un chiste o una incoherencia o un diálogo estirado en exceso. Vamos, que ni puta idea, señoría.

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