Hablar, experimento y despropósito de Joaquin Oristrell


Hablar de Joaquín Oristrell es un pequeño despropósito experimental de 72 minutos del que fuera guionista de la genial serie Plats Bruts y del exitoso telefilme Felipe y Letizia.

Rodada en un único plano secuencia, uno se pregunta cuál era la necesidad de grabar la película así, si es puro capricho o mero antojo. A excepción de un momento en que el despersonificado objetivo se materializa en una cámara de prensa del corazón acosando a una famosa, no hay ninguna gracia o artificio que convierta este recurso en algo necesario, original o valioso. A veces, a Oristrell le da por marcarse un Gravity y se pone a dar vueltas alrededor de los personajes como un satélite fuera de órbita.

Hablar quiere tratar el tema de la (in)comunicación y, para ello, reúne una serie de personajes dispares y disparatados en una plaza del barrio de Lavapiés en Madrid. Algunos estarán allí por una razón concreta, otros simplemente pasarán por ahí. Cada uno es disinto, para lo no bueno y lo muy malo. Porque más allá de la falta de justificación de este experimento, el problema más grave de este tinglado es su insoportable inconsistencia, su irregularidad constante, la sensación de estar viendo un Frankenstein montado a partir de fotogramas de producciones de D'Ocon Films.

Están los actores que vienen del teatro, con sus voces graves y sus parlamentos grandilocuentes, y están los que vienen de la televisión, son sus interpretaciones planas y sus diálogos chonis. Están los entremeses cómicos, que se dan de la mano con los discursos metidos con calzador y sin sentido sobre la semiótica de la comunicación, y están los versos de poesía barata y manida, que se rebozan como escalope de piezas dramáticas sobreactuadas. Al final, todo resulta artificioso, una idea que alguien tuvo una noche de borrachera pero que nadie supo llevarla a cabo cuando por fin estuvieron sobrios.

Visto lo visto, mejor hubiera sido estrenarla como obra de teatro, con mejores actuaciones y menos piruetas con la cámara que hagan potar al espectador de mareo. Pero, quién sabe, tal vez nos encontremos ante un nuevo tipo de márketing salvaje para vender Biodraminas. Y ahí, ahí sí que hay negocio.

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