Mi panadería en Brooklyn de Gustavo Ron hace una masa que parece m...


Aningunsitio: Tenemos hoy con nosotros a nuestra corresponsal de guerra, Hatsue Takanawa.
Hatsue Takanawa: Hola.
A: Dinos, ¿a dónde has ido esta vez?
H: Al cine, a ver Mi panadería en Brooklyn.
A: ¿Y qué tal?
H: Horrible, nefanda.
A: ¿De verdad?
H: Sí, el cartel promocional ya daba pistas pero yo sabía que debía estar ahí, y fue mucho peor. Por decirte que es una peli española disfrazada de peli chupiguay estadounidense.
A: Buf, menudo combo. ¿Y de qué va?
H: El guión no tiene ni pies ni cabeza. Son dos primas que han sido criadas por su tía, quien tras morir les deja en herencia su panadería.
A: ¿En Brooklyn?
H: Eres un genio. El tema está en que ambas tienen ideas muy distintas de cómo continuar el negocio. Una quiere que se mantenga con el aire viejuno, clásico, que ha tenido la tienda toda la vida; la otra pretende modernizarla. Lo absurdo es que la prima que quiere mantener el estilo vintage no tiene ni idea de hornear y tira de congelados.
A: Vamos, que quiere una boulangerie barcelonesa.
H: Exacto. En cambio, la que quiere renovarla sí que sabe. Además, dirige un programa en la televisión de recetas de cocina.
A: Ah, que tiene un programa como Arguiñano y sale en la tele.
H: No. Ella no presenta. El presentador es un tipo latino que no tiene ni idea y acaba ella siempre preparándolo todo.
A: Ya veo, un sistema de contratación muy eficiente. Se nota claramente la influencia española.
H: En estas, unos de un banco quieren quedarse con el negocio. Así que envían a un guapito a negociar, que acabará volviéndose bueno, pero no su jefe, que es un malo de tebeo, de esos que fuman puro y comen langosta. Pues resulta que la prima torpe, la que no sabe cocinar, empieza a salir con el intermediario. O sea, vienen, le dicen que les van a quitar la panadería y ella se prenda de él. Muy lógico.  Cuando el tipo se presenta a la cita, viene con traje, y ella le dice que así no puede ir. Así que lo viste de hipster; así, tal cual, sin venir a cuento.
A: Impresionante.
H: Hay un segundo romance entre la otra prima y el cocinero, que aún tiene algo de gracia pero tampoco salva la película. Si algo tiene de bueno es que me han dado ganar de viajar a Brooklyn. Las imágenes que se muestran son preciosas.
A: Vaya, otro viaje...
H: Entretanto, aparece un amigo polaco pagafantas de la prima torpe, que pasaba por allí y, vete a saber cómo, tiene como mejor colega a un ruso que hace y vende drogas a lo Breaking Bad. El pringao este empieza un tercer romance (a todas, todas innecesario) con la decoradora de la panadería, pues quieren reformarla.
A: Creo que me estoy perdiendo.
H: Tranquilo, tampoco querrás encontrarte. Yo estuve por irme pero me quedé por las imágenes de Nueva York y porque me dije, para 90 minutos, me quedo. Pues la decoradora es italiana y le dice al friki polaco que en su país los hombres deben ser conquistatores, seducir a las mujeres. Él pelagatos se pone a buscar en internet y sólo encuentra cosas de nazis y fascistas, y le pregunta a ella si eso es lo que quiere. Esto ya es de un absurdo subido.
A: Sí, sí.
H: Bueno, al final los del banco les quitan la panadería pero resulta que se descubre que la esposa de Al Capone había ido allí a comer canoli, así que la declaran BCIL...
A: ¿La declaran imbécil?
H: No, BCIL, Bien Cultural de Interés Local.
A: Ah, vale, cosas tuyas de museología...
H: Pues como es BCIL el banco debe conservarla tal como está. Mientras, ellas se han colado en la panadería y están haciendo una fiesta okupa. Aquí ya no controlaba demasiado porque me estaba durmiendo pero el del banco les dice que han ganado y ellas súper contentas, cosa que no entiendo porque el negocio es del banco. El banquero no tiene por qué devolvérselo, puede venderle la tienda a otra, pero en fin... Hay otra historia del intermediario, que le confiesa a la prima torpe que antes de ser banquero había querido ser escritor y había viajado a España siguiendo los pasos de Hemingway. Escribió una novela pero, como veía su sueño muy difícil, la enterró en un patio andaluz de Pamplona.
A: ¿Un patio andaluz de Pamplona?
H: Sí. Ya digo, ni pies ni cabeza.
A: Bueno, ¿y eso es el final, o cómo acaba?
H: No sé, me fui.
A: ¿Cómo? ¿Pero no decías que te habías quedado por las imágenes de Nueva York?
H: Sí, pero una tiene un límite. Y cuando ya vi que lo de la panadería quedaba medio solucionado, pues...
A: O sea, ¿me acabas de soltar un rollazo de tomo y lomo y al final no has visto la película entera? ¿Pero qué clase de crítica de mierda es esta?
H: Pues eso, una crítica al nivel de la película.
A: Despedida.
H: Me da igual. Tampoco me pagabas nada.

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