Art de Yasmina Reza, obra de teatro dirigida por Miquel Gorriz


Creía que Art de Yasmina Reza era una novela corta adaptada al escenario, pero siempre ha sido una pieza dramática. La representación que vi ha sido traducida al catalán por Jordi Galceran y dirigida por Miquel Gorriz. El reducido reparto lo forman Pere Arquillué, Francesc Orella y Lluís Villanueva.

La historia empieza cuando Sergi (Lluís Villanueva), el acaudalado amigo dermatólogo de Marc (Francesc Orella), compra un cuadro completamente blanco por 200 000€. Marc lo considera un timo y ambos discuten. Un tercer amigo, Ivan (Pere Arquillué), intentará mediar entre ellos.

El planteamiento y el título pueden hacer que parezca una sesuda reflexión acerca del arte. Y, tangencialmente, lo es o lo intenta, pero se centra más en los sentimientos que afloran entre los tres personajes.

Como yo llevaba esa idea preconcebida, me he quedado un poco planchado. Sabía que era un comedia más o menos ligera, pero esperaba algunas líneas más acertadas e incisivas acerca del tema en cuestión.

Debo decir, sin emabrgo, que la escenografía y la interpretación me han encantado. El decorado es minimalista, apenas un sofá, una silla, una mesita y un lienzo. Una serie de marcos blancos, incritos uno dentro del otro, dan profundidad al escenario terminando en un fondo totalmente negro.

Orella clava su personaje contrario al arte contemporáneo, que sólo vende novedad sin contenido ni virtuosismo. Siente que sus opiniones son superiores al resto. Considera que a Sergi le han entrado las ínfulas del nuevo rico, que se acerca al arte desde el puro desconocimiento.

Villanueva defiende la otra posición, pero es una postura que se queda en la defensa del propio gusto, sin entrar en la obscenidad de pagar 200 000€ por una tela. Su interpretación es buena, pero su personaje es el más soso, pues sólo existe como oposición a Orella, con poca chicha más.

Arquillué se regala. Su Ivan es el histrión. Condescendiente, queriendo quedar bien con sus dos amigos, acaba en callejones sin salida donde queda mal con ambos. Hay un momento en que suelta un monólogo hiperacelerado impresionante. El propio espectador se queda sin resuello.

Me lo he pasado bien, me he reído, pero hubiera agradecido decisiones que tomaran partido. Al final, queda esa sensación de no llegar a ningún lado, de volver al principio con una moraleja buenista de "respeto para todos" que repatea bastante. Probablemente, soy un poco Marc.

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