Infancia que no se marchita: Astérix en Italia y Le Petit Nicolas (La bande dessiné originale)


Tras Astérix y los Pictos y El papiro del César, llega Astérix en Italia, mucho más soso en su título que el original (Astérix et la Transitalique), pero gratamente entretenido y loco. Similar en su concepción de viaje a la historieta narrada en La vuelta a la Galia, en la que ambos héroes deben recorrer Francia, aquí nos los encontramos atravesando Italia al ritmo acelerado de una carrera de cuádrigas.

Me pirran los álbumes en los que los galos visitan sitios distintos, conocen nuevos personajes, se hacen bromas con las costumbres de los lugares y se parodian figuras famosas. Astérix en Italia no me ha defraudado en ese sentido, y me he reído con muchos de los guiños que Ferri y Conrad realizan. No me ha agradado tanto el cambio de ritmo hacia al final, en el que claramente vemos un tajo que busca cerrar la aventura.

Queda patente que Goscinny sabía marcar mejor el paso a lo largo de las cuarenta y ocho páginas, espacio que a los nuevos autores les queda corto. No sólo eso, también han confesado lo difíicl que les resulta publicar un libro cada dos años. Y es que debe lastrar continuar la estela de dos monstruos de la viñeta que llegaron a encadenar diez entregas en sólo cinco años (1965-1969). Sin embargo, al final, poco de esto importa cuando abres tu tebeo y vuelves a disfrutar como la primera vez.



A la espera de que traduzcan este álbum en España, leer las historietas originales que precedieron a los libros de El pequeño Nicolás ha sido una gozada. También guionizadas por Goscinny y secuenciadas por Sempé, esas veintiocho planchas (dos de ellas acompañadas de sus posteriores relatos e ilustraciones, para poder comparar) reviven el "buen hacer" del niño que siempre acaba metiendo en problemas a sus mayores.

Su burla de las convenciones sociales de la Francia de los años 60 sigue causando hilaridad en este mundo contemporáneo que ansía quedar bien con todo el mundo temeroso del juicio suspicaz y crispado en el que nos ha atrapado la red de redes. Es delicioso cómo la ingenua mala baba del chaval trastoca con extrema sencillez el orden establecido y cómo, pese a hacerse el caos a su alrededor, consigue salir incólume de él.

Obviamente, a diferencia de los cuentos, la idea está más condensada, pero Nicolas sigue ahí. Lo más irreconocible, tal vez, sea el estilo de Sempé, menos personal, más en consonancia con el resto de tiras estadounidenses de la época. Más tarde, tendería a una línea más simple, más elegante y más efectiva. Pero son minucias. Como bien reza la contratapa, esta edición recupera un tesoro que merece la pena volver a disfrutar. Es una magnífica máquina del tiempo con la que volver a reír.

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