Sortir a robar cavalls de Per Petterson


Volví a caer de cuatro patas. El título me volvió loco. Una frase con arrojo y fascinante, una acción fuera de lo corriente enmarcada en la cotidianidad, ¡y escrita no por un autor de Texas sino por uno de Noruega! Leí "crisis de adolescencia" por algún lado y me monté la película de que iba a estar disfrutando de un nuevo Guardián entre el centeno.

Ni por asomo. El título no tiene nada que ver con el contenido. Se refiere a algo apenas destacable en el relato: el nombre de un juego de indios y vaqueros que aparece al principio. Hay un par de menciones más hacia la mitad y al final, y eso es todo. ¿El resto del libro? Pues un padre y un hijo cortando leña en un bosque cerca de la frontera con Suecia. ¡Toma ya!

Obviamente, es una novela sobre el paso de la adolescencia a la madurez, que habla de lazos familiares e incomunicación. Busca mantener la intriga con un secreto que va desvelando poco a poco mientras salta atrás y adelante en el tiempo. El protagonista, ya anciano, evoca desde su cabaña junto a un lago de montaña ese verano crucial en su juventud.

La prosa de Petterson ha recibido numerosos elogios y premios, así que probablemente esté metiendo la pata con mis opiniones. Sus personajes hablan poco y es la Naturaleza, como elemento imponente e insoslayable, la que ocupa un papel central. Los sentimientos inefables del protagonista encuentran su eco en la insondable espesura nórdica que lo rodea.

Del mismo modo, las páginas de este libro, antaño árboles, han sido el megáfono que ha dado voz y grito a mi silenciosa jeta de aburrimiento. Y no porque las descripciones sean anodinas como en La isla de hormigón de Ballard (que tampoco es que la tala del abedul levante pasiones), sino por el brujuleo estéril de la trama. Petterson va soltando lastre y no recoge ni la mitad.

El autor incluye lo que le apetece para luego olvidarse de ello, y considera que eso está bien. Es un esteta y un veleta, dos rasgos que, unidos bajo un estilo grave y sin pizca de humor, generan demasiado ruido para tan pocas nueces. Busqué un par de entrevistas suyas para corroborar mis sospechas y parece que no iba mal encaminado. Cito textualmente:

"La palabra está sobrevalorada"
"No diré que los personajes me lleven, pero casi; lo que ocurre es que los lectores siempre encuentran mucho más de lo que yo quise decir"
"Nunca he utilizado conscientemente un símbolo en mi vida"
"Me encanta el trabajo físico, y me encanta escribir sobre ello"
"Normalmente me siento ante mi ordenador (un Mac, siempre) y empiezo con una noción de algo, unas pocas frases que sienta que tienen algo de sustancia. Nunca planeo nada, nunca planifico mis libros. En realidad, no sé cómo hacerlo. Escribo cuando puedo, esperando lo mejor e intentando tomar las cosas tal como vienen."

El resultado es el que queda: una obra de anzuelos para pescar coitus interruptus, un ansia diogénica por acumular palabras sin filosofía, un tapiz deshilachado con un laberinto mal construido. ¿Para qué me explica esto y aquello? ¿Para qué presenta a esta mujer con nombre que no volverá mencionar? A diferencia del tiempo que tengo, aquí sobra tanto que carece de mucho.

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Entrevistas al autor:

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